domingo, marzo 30, 2008

El dormido de la montaña (séptima parte)

Antes de llegar al pie de la montaña decidí parar en una pequeña tienda que había en una estrecha calle poco antes de abandonar el pueblo. En ella, un hombre bigotudo, calvo y sudoroso hacía las veces de tendero, vigilante y cotilla mayor del pueblo.
- ¿Qué desea? -me preguntó con un interés evidente en acabar cuanto antes nuestra transacción.
- Necesito provisiones. Voy a subir a la montaña. -le dije desafiante con una sonrisa diabólica.

El mostachón me miró de arriba a abajo con cara de incredulidad.
- Está usted de broma, ¿no? -replicó.
- ¿Tengo cara de bromear? -le dije inclinándome hacia el tendero inquieto.
- Desde luego que no. Tiene cara de suicida. Pero no llegará a ninguna parte vestido de esa forma y sin un guía que le conduzca por esos caminos. Va en busca del "dormido" ¿verdad? Sólo un loco le acompañaría.
- Y dígame, -le dije riéndome por el nerviosismo de la situación- ¿dónde podría encontrar a ese loco?.
El hombre comenzó a llenar bolsas de plástico con latas en conserva, carne sazonada, guantes, pasamontañas y algo que parecía un mono de trabajo.
- Lo tiene detrás de usted- dijo finalmente señalando a la puerta.
Giré la cabeza para ver la nueva sorpresa que me tenía preparado el destino y cagarme en mi puta suerte una vez más. En la puerta, apoyado como un cowboy de medio pelo, estaba Howard esperándome con su traje decimonónico de terciopelo y fumando uno de sus asquerosos puros.
- ¿Me has seguido? -le pregunté extrañado.
- Claro. Usted me necesita, y estoy harto de hablar con una vieja que no me oye. Cuando era pequeño, mi padre me llevó a un desfile en la ciudad y me dijo que algún día yo sería el salvador de los caídos, que para mi causa me enviaría a un fantasma que me guiaría para alcanzar la victoria. Siempre pensé que estaba como un cencerro, pero cuando usted entró en mi casa, supe que usted era ese fantasma.
No miré al tendero bigotón, pero supe que estaba poniendo la misma cara de gilipollas que yo tenía en aquel momento. Sin embargo, me enternecieron las palabras de Howard, y realmente, era la persona más adecuada para acompañarme a una muerte casi segura como la que me aguardaba en lo alto de la montaña, ya que él era uno de los pocos que habían vuelto con vida.
- De acuerdo, señor Lovecraft. Usted paga la cuenta y nos vamos en busca del "dormido de la montaña".

jueves, marzo 27, 2008

El dormido de la montaña (sexta parte)



Cuando cogí el teléfono sabía que nada bueno iba a salir del auricular. Por una vez en la vida, no me equivoqué.

- Pero, ¿quién coño te has creido que eres? -gritó desde el otro lado del teléfono.

- Tranquilizate. ¿Qué te ocurre? - le respondí intentando serenarla

-¿Que qué me ocurre? Me acaba de llegar una notificación del seguro diciendo que mi coche está siniestro total y que no se hacen cargo de la reparación. ¡Y encima tienes la maldita cara dura de decirme que qué me ocurre! -gritó todavía más alterada.

Llegados a este punto he de hacer una pequeña aclaración. El coche que estrellé para evitar que me mataran en la autopista era de Nuria. Después de una gran discusión decidimos tomarnos un tiempo para ordenar nuestras vidas, y ella aceptó a regañadientes dejarme su coche para que yo pudiera trabajar hasta que pudiera comparme uno. Iba a ser algo de unos días que al final pasó a ser de varios meses.

-Solo te puedo decir que no fue por mi culpa -le dije con las pocas palabras que me quedaban

-Me da igual si fue o no por tu culpa. Lo unico que me importa es que me pages el coche.

-Lo haré, no te preocupes -y colgué el telefono.

Salí de aquella casa mugrienta sin saber muy bien qué estaba haciendo en aquel pueblo perdido de la mano de Dios y si los pasos que estaba dando me llevaban a algun camino concreto. Ahora, además de haberme enemistado con media población del mundo tendría que pagar un coche nuevo para Nuria y para colmo de males, Vicky se había largado sin dejarme tan siquiera una nota de despedida. Así que decidí dar el último paso y dejarme de tonterías. Era el momento de subir a ver qué se cocía en aquella montaña repleta de gilipollas. A ver si con un poco de suerte, yo tambien me quedaba allí para siempre y se acababan mis problemas.

Comencé a caminar a traves del pueblo maldiciendo cada una de sus calles teñidas de rojo teja por el polvo que desprendía las montañas arcillosas del sur. Me abrumaban las caras de extrañeza que veía en todas las puertas de las casas bajas al más puro estilo mediterráneo, hasta el punto que comencé a escupir en el suelo para quitarme la sención de angustia.

Y entonces.... ¡hostia, mi jefe! voy a seguir currando.

martes, marzo 04, 2008

La triste vida de un triste sin vida



Alguien me dijo una vez que lo peor que me podía pasar en la vida era perder la ilusión por todo lo que me rodea. Justo en ese momento comenzaría a cuestionarme todos los puntos de mi realidad y sabría que he tocado fondo.
Esta no es una entrada común, ni un trozo de la historia que he dejado a medias, es un término reflexivo sobre mi capacidad de hacer esfuerzos para no obtener ningún resultado positivo. Siempre he creido algún tipo de fuerza misteriosa ayuda a aquellos que intentan superarse a sí mismos, que les reconpensa meritoriamente sólo por el hecho de realizar una actividad que les lleva a una perfección personalizada. Sin embargo todo es relativo. El esfuerzo no sirve para nada en la vida real, solo es válido para generar una conciencia de autosatisfacción ante la terrible idea de haber perdido el tiempo en un trayecto cuyo fin es inútil. La ilusión autosatisfactoria nos ciega y hace que creamos en estupideces como esta, porque en algún momento las fuerzas te llegan a abandonar, aunque sea momentaneamente, y al mirar atrás te das cuenta que siempre hay gente que es injusta, que consigue méritos sin esfuerzo, que te roba todas aquellas oportunidades que podían haber hecho de ti un ser más brillante, y que a pesar de lo que hagas, eso nunca cambiará, porque tú, como tu esfuerzo por hacer las cosas correctamente es inútil.
Te preocupes o no te preocupes, siempre será inútil. Creas o no creas que puedes hacerlo, siempre será inútil. Todo está escrito, y si creemos que podemos cambiar una historia con nuestra mera voluntad, estamos totalmente equivocados, porque hagamos lo que hagamos será siempre un esfuerzo inútil.
No hay nada de precioso en la vida que nos ha tocado soportar. Los logros materiales son siempre caducos. Los mierdas sólo tienen trabajos de mierda, con sueldos de mierda, en un ambiente de mierda, y viven en una casa de mierda, en una soledad de mierda, con un coche de mierda y unas ilusiones de mierda. ¿Qué quieres ser? Lo que no soy ahora: un mierda.