Y levanta tus brazos, escucha con las palmas
que esta vez no estoy dispuesto a coger todas las cargas
del dolor, del corazón, de mi alma inserena que rasga
cada trozo de tus sentimientos, dormidos, al viento, chocados o muertos, cocidos o yermos. ¿Qué más me da? Si todo me sale mal, tendré que levantar la cabeza para no convertirme en un patan.
Y por este terraplen, precipicio de heridas, busco mi destino, mientras caigo sin huesos en mi cuerpo que se puedan romper. ¿Dónde estan los dias en los que comprendimos que eramos inferiores a todo? ¿Dónde se encuentran las muertes que pueden crecer en nuestra pupila, roja como el labio del diablo? ¿Dónde estan mis zapatos de cuando era un niño?
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