martes, enero 22, 2008

El dormido de la montaña (cuarta parte)



Recapitulemos. Creo que os había contado que después de encontrarme con la vieja, me dio un album de recortes de su hijo (un tal Walter) en los que se hacía referencia a distintas desapariciones en aquel lugar durante un periodo de tiempo. Como no tenía otra cosa mejor que hacer, decidí seguir la pista de este caso y fui a buscar a uno de los amigos del sujeto, llamado Charles Dexter Ward. Al llegar a su casa, una chica me abrió y me dijo que estaba en la carcel, y como soy un tonto "metomentodo" decidí ir a ver al tal Charles para hacerle algunas preguntas.
Si he de seros sincero, en aquel momento hice trampas. Creí que lo más conveniente era llevar una grabadora para que no se me escapara ninguna palabra de este cretino, que según pude averiguar por internet, estaba preso por trata de blancas y tráfico de estupefacientes. Era un hueso duro de roer, pero seguro que podía sacar algo en claro de aquella conversación.
Me he tomado la libertad de transcribir esos cinco minutos de intercambio de pareceres para no andarme con rodeos literarios que enriquecerían la narración, pero empobrecería la gran cantidad de información que me gustaría daros:
14 de diciembre de 2004
>>Víctor: Buenos días.
>>Charles: Serán buenos para usted. No le conozco. ¿De donde decía que venía?
>>Víctor: Soy... periodista. Me gustaría hacerle unas preguntas sobre una serie de sucesos que ocurrieron en su pueblo.
>>Charles: ¿Qué clase de sucesos?
>>Victor: ¿Conocía usted al señor Walter Mcckoy?
>>Charles: Ese pobre diablo siempre estaba metido en algún lio. Yo no tuve nada que ver con su desaparición. Él mismo decidió perderse por la montaña.
>>Víctor: Podría explicarme un poco más. ¿No?
>>Charles: ¿A cambio de qué?
>>Víctor: ¿Qué le parece esto? Si me cuenta todo lo que quiero saber tendrá dos cartones más.
>>Charles: Mmmm... Marlboro. Usted si que sabe.
(Tiempo de silencio)
>>Charles: Verá, Walter y yo nos criamos juntos. Nuestras familias eran vecinas y amigas de toda la vida. Incluso llegué a casarme con su prima, pero luego la muy zorra me echó de casa y se quedó con todo mi dinero.
>>Víctor: Continúe, por favor.
>>Charles: Walter nunca pudo superar lo de su padre. Todos sabíamos que los que subían a la montaña o volvían locos, o simplemente no volvían. Nadie en su sano jucio subía a aquel lugar. Está maldito. Se lo dije muchas veces, pero no me hizo caso. Un día, en el año 98, decidió ir para allá él sólo. No supimos nunca más nada. Está con el "dormido".
>>Víctor: ¿Qué es eso del "dormido"?
>>Charles: ¿No se lo han dicho en el pueblo? A los niños pequeños les contamos historias de ese estilo para que no salgan por las noches y sean buenos en casa. Pero le puedo asegurar que el "dormido" es real. Dicen que tiene los ojos bañados en sangre y que se alimenta de las almas de los curiosos que van a verle. Nadie ha sobrevivido en veinte años. Sólo los locos van a visitar al "dormido".
>>Víctor: Pero, explíqueme algo más.
>>Charles: Solo te puedo decir, que el "dormido" despertará un día, y entonces abrirá el sello para que vuelvan los primigenios. Hable con Howard Lovecraft. Él le podrá ayudar más que yo. Es uno de los pocos que volvió de aquel lugar. Está medio loco, pero consiguió volver a fin de cuentas.
>>Víctor: No me ha sido de gran ayuda, señor Ward.
>>Charles: Rece. Lea la biblia, y hagame caso. No vaya a la montaña.
(Fin de la grabación)
Salí del centro penitenciario bastante confuso. Era evidente que conforme iba avanzado mi investigación debía arreglármelas para sonsacar una información que seguramente no todo el mundo estaba dispuesto a compartir. ¿Qué había en aquella montaña para destruir tantas vidas? ¿Qué abobinable ser aguardaba en la cima de aquel paraje para causar tanto terror en la población?.
Me subí al coche dispuesto a cerrar de una vez este círculo y hablar con el señor Howard Phillips Lovecraft. Encendí el motor y salí a la autovía, pero algo no iba bien. La radio no funcionaba. Sólo se cogía una emisora religiosa que vaticinaba el final de los tiempos. Intenté buscar en otra frecuencia, pero nada. Sólo aquella aburrida emisora. En ese momento algo me embisitó por detrás. Miré por el retrovisor. Un todoterreno negro quería mandarme al otro barrio. Aceleré todo lo que pude y comencé a esquivar coches, pero el muy cabrón seguía ahí detrás. Mi automovil no era demasiado potente, por lo que tarde o temprano acabaría alcanzándome. De repente una segunda embestida me hizo perder levemente el control. Mi coche saltó la mediana y me ví súbitamente en el carril contrario. Aquel iba a ser mi final. En un alarde de valentía, o de locura quizás, decidí salir de allí por la única vía posible: el terraplen.

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