jueves, noviembre 01, 2007

Un trozo de silencio



Urbanova es el lugar más tranquilo de la ciudad de Alicante. A veces pienso que este silencio sepulcral, solamente interrumpido por el paso de algún avión, es una herramienta potenciadora de la locura para una mente insana. Las noches solitarias en esta casa en ocasiones se convierten en un murmullo constante de pasos, crujidos e ideas absurdas sobre espíritus que rondan este paraje. Sin embargo, mi perturbada psique no está tan desencaminada como puede parecer a priori. Al igual que ocurre en la isla de Fuerteventura, el silencio absoluto es una llave que abre las puertas de la paranoia. En este piso, por suerte, no ha habido ninguna historia truculenta que contar en una noche de halloween, pero, en cambio, no se puede decir lo mismo de la totalidad del edificio.
Hace un par de días, revisando los expedientes de facturación en la empresa de limpieza donde estoy contratado por las tardes encontré una orden de trabajo en un piso de urbanova de este mismo bloque hace tan sólo cuatro años. Se trataba de la limpieza de un siniestro ocurrido en una vivienda. Un siniestro de sangre. La orden especificaba que se debía realizar la limpieza de "cualquier resto de sangre y/o demás restos" de lo que, según apuntaba el expediente policial, había sido un suicidio. La particularidad de aquel caso en, practicamente, el mismo lugar donde resido actualmente, hizo que mi curiosidad morbosa se interesara en indagar qué había ocurrido en aquella vivienda.
Le pregunté a mi jefe, que con mirada extraña me dijo:
- ¿Para qué quieres saberlo? Eso fue hace mucho tiempo, chico. Ya no hacemos ese tipo de trabajos.-
Después de insistirle durante un buen rato utilizando todas las técnicas de ingeniería social que conocía conseguí que me diera algunas pistas de aquello.
- En aquel lugar siempre han ocurrido cosas extrañas. No es el unico caso de suicidio que se da en aquella urbanización. A finales de los 80, recién construidos los bloques, hubo un suceso mucho peor. Una familia que vivía allí fue asesinada sin que se sepa todavía quién fue. Al parecer, las primeras puertas que instalaron en aquellas viviendas estaban defectuosas y con una palanca se podían abrir sin problemas. Una noche entraron unos ladrones a una de aquellas casas, que por lo general estaban vacías en invierno, y dio la casualidad que había una familia viviendo. Los ladrones no tuvieron piedad. No sólo les saquearon la casa, sino que violaron a la mujer y a la niña, ataron al padre, les dieron una paliza y después les axfixiaron con una bolsa. Recuerdo que incluso salió en los periódicos. Fue algo horrible.-
Mi jefe estaba conmocionado. Hizo una pausa para encenderse un cigarro y retomar el valor que le había llevado a contarme aquel suceso.
- Aquella casa se vendió. Creo que la compraron unos holandeses que vienen un par de semanas al año. Toda la urbanización sabe lo que pasó allí menos ellos. Luego vino lo del suicidio. Aquel trabajo lo hice con mis propias manos. Cuando llegamos a aquella casa el olor a sangre lo invadía todo. Al parecer, aquel hombre era un policía recién divorciado. Hacía poco que se había trasladado a aquel lugar mientras encontraba algún otro sitio donde alojarse. Según me comentaron los vecinos, aquel hombre estaba loco. Dicen que le oian gritar por las noches cosas como "dejadme en paz" o "iros de mi casa". También dicen que algunas noches de lluvia se iba a la playa y se ponía a bailar desnudo en la orilla. Estaba como una chota. En su casa tenía pentagramas satánicos por todas partes y libros de esos de brujería y espiritismo. Yo creo que no aguantó la presión de la separación y de un tiro se voló la tapa de los sesos. Había trocitos de cerebro esparcidos por toda la pared del salón. Era algo realmente asqueroso. Recuerdo que Antonio "el sordo", que venía conmigo, tuvo que salir de la vivienda para vomitar. No te puedes imaginar lo que es frotar paredes y suelos para eliminar las salpicaduras de sangre. Aún tengo pesadillas por las noches. Necesitábamos dinero en aquella época, y aceptábamos cualquier tipo de trabajo. Tuve que limpiar mucha mierda en esos años.-
Me quedé sin palabras. No suponía que todo aquello había podido suceder a tan sólo unos metros de donde yo resido. Mi jefe apagó el cigarro y salió de la oficina sin decir nada más. Yo me quedé en silencio pensando en todo aquello, en la cantidad de sangre que había bañado los cimientos de aquel edificio y en las lágrimas que habían caido sobre aquel suelo. Me entró un escalofrío pero decidí continuar con mi labor y dejar de pensar en aquellas tonterías.
Cuando llegué a casa, comprendí todas las sensaciones de tranquilidad que me invadían desde que entré a vivir allí. Aquello era una tumba, un sepulcro sin cadáveres que se agolpaba frente a las orillas del mediterráneo. Era un trozo de silencio desplazado del cementerio de Alicante y pegado junto al Saladar de Aguamarga.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece que has visto demasiadas peliculas de terror ésta semana¡¡¡¡.