miércoles, abril 02, 2008

El dormido de la montaña (octava parte)



Salimos de aquella mugrosa tienda y sin mediar palabra alguna comenzamos a caminar por los intrincados senderos montañosos que llevaban al monasterio donde permanecía "el dormido".
Conforme pasaban las horas, todas las provisiones que llevábamos parecían hacerse más pesadas. El cansancio y el sueño comenzaron a hacer mella en mis pensamientos y una vez más entraron en mi cabeza ideas siniestras sobre locura y suicidios. Pensé que, tal vez, el camino que estaba haciendo me llevaría a una muerte más que segura que acabaría con todos mis problemas terrenales de una forma "ipso facta", todos ellos relacionados con el dinero y las mujeres.
Miré a Howard, y por una vez me pareció ver un atisbo de felicidad en su rostro.
- ¿En qué piensa señor Lovecraft? -le dije para entablar conversación y liberar mis demonios mentales.
- En lo que nos encontraremos al llegar a la cima. ¿Se ha parado a pensar en las bestias inmundas que nos aterrorizaran a las puertas del monasterio? Querran matarnos, torturarnos y conducirnos a la más temible locura -dijo sonriendo.
- Lo he pensado, y la verdad, no me hace tanta gracia como a usted.
- No tienes nada que temer. Tú eres un fantasma, y los fantasmas no sufren. Además, esta vez todo saldrá bien -me dijo dándome una palmadita en la espalda.
Por un momento volví a la realidad y me di cuenta que estaba subiendo una montaña que la que habían desaparecido un monton de personas con un loco que comía insectos, vestido con ropas del siglo XIX y que además pensaba que yo era un espíritu. Pero... ¡qué demonios! esto era lo más interesante que me había pasado en varios años.
- Tengo una pregunta que me ronda la cabeza desde el inicio de todo esto-prosegí- ¿por qué en todas las entradas que se han publicado de esta historia aparecen imágenes de ojos ensangrentados?
- Eso, amigo mio, son lágrimas de sangre. "El dormido" controla nuestra mente desde la primera palabra escrita. Nosotros, como todos los que han leido algo de esto, somos marionetas en manos de un escritor desquiciado que juega con nuestras vidas. Algo así como un dios, en un sentido no sacrílego, que intenta desahogar sus frustraciones en estas líneas. Plasma su realidad en forma ficticia, la moldea y la controla para que algo en su miserable vida pueda ser placentero para su mente. Realmente no tiene razon de ser, es simplemente que al dormido le gustaría llorar sangre para que así su sufrimiento acabara de una vez por todas.
Era algo confuso, pero en cierta manera tenía sentido. Toda esta historia comenzó como una mera anécdota basada en hecho que podían o no haber sido reales, y poco a poco fue tomando fuerza hasta el punto que continuó durante ocho secuencias más. Yo, la verdad, sólo quería entretenerme, reirme un rato y volver a recuperar cierto entrenamiento literario que había perdido después de varios años de estulticia comercial y administrativa. Tenía, y tengo la sensación de que me estaba volviendo imbécil por momentos y decidí parar ese proceso bruscamente. Pero en mi camino, lo único que encontré fue desidia, falta de imaginación, y un deteriorado lenguaje, más cercano al coloquialismo que a la literariedad, y que dificilmente podré corregir. En este mismo párrafo he repetido la conjunción "y" unas seis veces, y lo peor de todo es que no tengo ganas de revisarlo para corregirlo porque he perdido todas las fuerzas que tenía en estos senderos escarpados del Maigmó.
- No pienses en cosas que no debes de pensar -me dijo Howard- ¿Conóces el término "metaliteratura"?
- No me suena, la verdad. Siempre he sido muy malo en los estudios - le respondí.
- Pues mejor. Más vale ser tonto y vivir en la ignoracia que conocer demasiado y que te reviente la cabeza de tanto pensar. Cuando eres una persona tan inteligente como yo, todo el mundo espera frases célebres, pensamientos puros, ideas brillantes... no comprenden que tal vez no soy tan inteligente y que símplemente estoy triste porque mi vida es increiblemente fea.
- Pero usted es un escritor de presigio. Está dentro de los clásicos de la literatura universal, y además ha desarrollado una corriente sociocultural que hasta hoy en día tiene seguidores en todo el mundo.
- ¡Y tú que sabrás, si solo eres un fantasma! -me replicó- Será mejor que dejemos la conversación y acampemos en este saliente. Mañana llegaremos al monasterio y debemos estar preparados para la batalla.
Seguí sus directrices y cerré la boca. No llevábamos tienda de campaña, por lo que nos tumbamos juntos y nos tapamos con varias mantas para evitar morir de hipotermia durante la noche. Comimos un par de latas de alubias con tomate que sabían a auténtica mierda de mosca hipoglucémica y cerramos los ojos. Pero nuestro sueño no tardó mucho en turbarse, porque a las dos horas, más o menos, un chillido infernal nos despertó.
- ¡Es un primigenio!, habrá bajado del monasterio en busca de nuevas víctimas. -me advirtió Howard- Rápido, escondámonos tras alguna piedra.
Me levanté precipitadamente en busca de algún lugar para escondernos, pero era tarde. Una figura pseudohumana de unos tres metros de estatura, con garras, pezuñas y alas emplumadas apareció del cielo y se irguió a un metro de mí. Unos grandes colmillos brotaban de sus labios totalmente babeados y otra vez volvió a soltar otro aterrador grito que parecía surgido de lo más profundo del infierno.
- ¡Ánimo chico! -gritó Howard a mis espaldas- ¡Eres el fantasma que me envió mi padre! ¡Sólo tú puedes destruirlo!
Estaba aterrorizado. Era el final de mi historia, el final de mi vida. Sinceramente, no sé lo que ocurrió en ese momento. Sólo recuerdo, mis manos comenzaron a brillar como si fueran dos luciérnagas encendidas en llamas, y comenzó mi transformación. Sentí un terrible dolor de cabeza y un ardor incontrolable en el estómago. La luz de mis manos se extendió por todo mi cuerpo, y en un segundo me había convertido en un ser incandescente sin miedo, sin ira, sin remordimientos, sin deseos. Ahora era un soldado de las estrellas.
Miré mis manos. Ya no eran las mismas manos de vendedor fracaso que tenía hacía tan solo unos minutos. Ahora eran manos poderosas, repletas de energía, repletas de... ¿maldad?. Me dí cuenta de que mi luz se tornaba sombra con mis sentimientos humanos y que mi corazón sólo deseaba una sola cosa: venganza. Comencé a gritar como el demonio que era y lentamente introduje mi mano incorpórea en el pecho de la criatura que tenía frente a mi. Agarré su corazón con todas mis fuerzas y lo extraje lentamente para comérmelo como una bestia más.
El primigenio se desplomó y yo tenía la cara llena de sangre. Todo mi cuerpo había cambiado, todos los rincones de mi alma habían cambiado. Tal vez fuera cierto que yo era un fantasma y que no sobreviví al accidente en la carretera. Lo único que sabía en aquel momento era que mi corazón estaba lleno de luz oscura y debía llenarlo con la sangre de otros corazones.

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